Beatriz sobreviviente de cáncer de Leucemia

Hace mucho me piden que escriba el testimonio de mi lucha contra el cáncer.
Cobarde he sido, no quería remover recuerdos.
Sin embargo, entiendo que no sólo debo proclamar que soy sobreviviente, debo contar también el proceso, porque pelear contra el cáncer es un camino duro sin un final certero.
El diagnóstico:
En un viaje a Cusco, padecí neumonía. Estuve 5 días internada en un CTI de esa ciudad, sin perspectivas de salir. Los antibióticos hacían lo suyo, pero no podía respirar, tenía 8 de hemoglobina, precisaba una transfusión. Mi grupo sanguíneo es ORH-, inexistente en Perú.
La solución era bajar a nivel del mar, sin alta médica. Lo hice. Volé a Lima, de ahí Santiago, Buenos Aires y al llegar a Montevideo, mi hijo Diego, que tenía 23 años, me estaba esperando con una ambulancia para trasladarrme directamente al CTI de la mutualista. Tres días de internación y alta médica. Era mayo/2005.
Un martes, 5 de julio de 2005, a dos meses del suceso relatado, me sentí tan mal que me comuniqué con mi hijo desde el trabajo, y le dije “por favor, cena y cama”.
El miércoles, llamé médico y me diagnostica nuevamente neumonía, me pide una placa de tórax. No sé por qué, le pedí un hemograma. “No vale la pena” dijo, “te hice uno hace 10 días y tus valores están bien”. Por favor… supliqué, “está bien, mañana te vienen a sacar sangre”.
El jueves a primera hora me sacaron sangre y en la tarde llamaron de la mutualista para que, de forma urgente, llevara el análisis al médico.
Renuente a hacerlo, pero alentada por unas amigas que estaban en casa, Diego lo fue a buscar y llamé a la emergencia móvil.
Al estudiarlo, sin duda alguna, la Dra dijo “la tenemos que trasladar, por las dudas lleve un bolsito”.
Llegué a la mutualista escoltada por la emergencia móvil. Mi análisis pasó de un médico a otro. De la mano de mi hijo esperé más o menos media hora. Se
presentaron dos Doctoras inmaculadas. Se pararon ante mí y comenzaron a hablar, no sé lo que dijeron, no lo recuerdo. Sé que levanté la mano y les dije: “Un momento, qué quieren decir, que tengo leucemia?” “Si”… “Y… cómo salgo de esto?” respondí.
El proceso de sanación:
Ese mismo día quedé internada. Mielograma de por medio, el diagnóstico específico: “Leucemia Mieloblástica Aguda M2, 80% de blastos en médula y 40% en sangre, pronóstico complicado”
El alta sanatorial fue el 10 de febrero del 2006.
En esos 7 meses de internación en “la burbuja” destaco, entre otros miles de detalles: Con las defensas bajas por la quimioterapia resurgió la neumonía, 5 días de CTI.
En el CTI me atacó el virus de la varicela en forma de “la quinta enfermedad” y estuve un mes aislada para no contagiar.
Al recomenzar la quimioterapia evolucioné muy bien, pero los efectos colaterales fueron duros de sobrellevar sobre todo el aislamiento, los chuchos solemnes y la fiebre. Por suerte, remití la enfermedad y consolidé ese estado.
Luego del trasplante de médula, el hígado comenzó a fallar por el exceso de medicación. Conocí el S.O.S. o hepatitis medicamentosa, nivel 3. Veinticinco días con morfina.
Un día, había reunión de médicos alrededor de mi cama. Ellos cuentan que, totalmente fuera de ambiente, me incorporo y les digo “No discutan, solo digan que tengo que hacer”. Alguien respondió “Pichí”, esa noche les regalé 9 litros. Comencé a mejorar.
Rescato que, si bien tuve momentos de crisis emocional, nunca perdí la alegría.
Hacía más gimnasia que las enfermeras, bailaba y nunca me dejé higienizar en la cama, a veces ayudada por 4 enfermeras me levantaba al baño.
Mi hermana quiso alquilarme un colchón para mejorar mis escaras, y le dije: “Con los dolores que tengo ya me cuesta levantarme, si me traés algo cómodo no me levanto nunca más”.
El período de aplasia, a veces 10 y hasta 15 días, eran terrible. Los valores no subían.
Pero ESE día que el hemograma daba bien “Todos a mi bulín que se armó el bailongo” con trencito y todo.
Un gran equipo.
Sobrevivir y vivir:
Luego del alta sanatorial, el camino fue largo.
Estuve más de un mes yendo todos los días, casi siempre a recibir transfusiones.
Cuando dejé de recibirlas, pasé noches y más noches conectada a una bomba con medicación para bajar el hierro que se había sedimentado en el hígado, por tanta sangre ajena. De mañana me “desenchufaba” y salía a trabajar.
A los dos años del alta sanatorial el hierro se estancó en un nivel no deseado y no bajaba. La solución: sangrías.
Veinte meses y cada quince días, me extrajeron 500 cc de sangre, sin reposición, hasta que el hierro llegó nada más que a un valor 4 veces superior al de referencia.
Había estado en 50.
Un día, me dieron permiso para hacer deportes. Comencé a caminar, a trotar.
Me uní a un grupo, luego a un equipo.
Descubrí Distancias Solidarias, Uruguay por Livestrong Fundation.
Corro por lo que me pasó, por los que no pudieron superarlo, por los que están luchando, por sobrevivir, y además por tener el coraje de VIVIR!!!
En el 2013 corrí 36 carreras la mayoría de 10 kilómetros y un medio maratón: 21 km!
Ya estoy preparando los 42 para abril/2014.
Impensable era esto el día que pregunté “Y… como salgo?”
Hoy respondo la pregunta: se sale con actitud, con fortaleza, no dejándose vencer, haciendo caso a nuestro cuerpo, buscando formar un equipo con nuestros doctores y enfermeras, perdonando sus fallas, mirando adelante, y sabiendo sobre todo agradecer. Porque, luego de sobrevivir, hay que aprender a vivir.
Mi forma de agradecer, es testimoniar. Si hay uno que logra vencer las dificultades, podemos todos!! A no bajar los brazos!!
Y siempre, siempre… pasá el mensaje sin miedo: SE PUEDE!!
Beatriz Techera
Cobarde he sido, no quería remover recuerdos.
Sin embargo, entiendo que no sólo debo proclamar que soy sobreviviente, debo contar también el proceso, porque pelear contra el cáncer es un camino duro sin un final certero.
El diagnóstico:
En un viaje a Cusco, padecí neumonía. Estuve 5 días internada en un CTI de esa ciudad, sin perspectivas de salir. Los antibióticos hacían lo suyo, pero no podía respirar, tenía 8 de hemoglobina, precisaba una transfusión. Mi grupo sanguíneo es ORH-, inexistente en Perú.
La solución era bajar a nivel del mar, sin alta médica. Lo hice. Volé a Lima, de ahí Santiago, Buenos Aires y al llegar a Montevideo, mi hijo Diego, que tenía 23 años, me estaba esperando con una ambulancia para trasladarrme directamente al CTI de la mutualista. Tres días de internación y alta médica. Era mayo/2005.
Un martes, 5 de julio de 2005, a dos meses del suceso relatado, me sentí tan mal que me comuniqué con mi hijo desde el trabajo, y le dije “por favor, cena y cama”.
El miércoles, llamé médico y me diagnostica nuevamente neumonía, me pide una placa de tórax. No sé por qué, le pedí un hemograma. “No vale la pena” dijo, “te hice uno hace 10 días y tus valores están bien”. Por favor… supliqué, “está bien, mañana te vienen a sacar sangre”.
El jueves a primera hora me sacaron sangre y en la tarde llamaron de la mutualista para que, de forma urgente, llevara el análisis al médico.
Renuente a hacerlo, pero alentada por unas amigas que estaban en casa, Diego lo fue a buscar y llamé a la emergencia móvil.
Al estudiarlo, sin duda alguna, la Dra dijo “la tenemos que trasladar, por las dudas lleve un bolsito”.
Llegué a la mutualista escoltada por la emergencia móvil. Mi análisis pasó de un médico a otro. De la mano de mi hijo esperé más o menos media hora. Se
presentaron dos Doctoras inmaculadas. Se pararon ante mí y comenzaron a hablar, no sé lo que dijeron, no lo recuerdo. Sé que levanté la mano y les dije: “Un momento, qué quieren decir, que tengo leucemia?” “Si”… “Y… cómo salgo de esto?” respondí.
El proceso de sanación:
Ese mismo día quedé internada. Mielograma de por medio, el diagnóstico específico: “Leucemia Mieloblástica Aguda M2, 80% de blastos en médula y 40% en sangre, pronóstico complicado”
El alta sanatorial fue el 10 de febrero del 2006.
En esos 7 meses de internación en “la burbuja” destaco, entre otros miles de detalles: Con las defensas bajas por la quimioterapia resurgió la neumonía, 5 días de CTI.
En el CTI me atacó el virus de la varicela en forma de “la quinta enfermedad” y estuve un mes aislada para no contagiar.
Al recomenzar la quimioterapia evolucioné muy bien, pero los efectos colaterales fueron duros de sobrellevar sobre todo el aislamiento, los chuchos solemnes y la fiebre. Por suerte, remití la enfermedad y consolidé ese estado.
Luego del trasplante de médula, el hígado comenzó a fallar por el exceso de medicación. Conocí el S.O.S. o hepatitis medicamentosa, nivel 3. Veinticinco días con morfina.
Un día, había reunión de médicos alrededor de mi cama. Ellos cuentan que, totalmente fuera de ambiente, me incorporo y les digo “No discutan, solo digan que tengo que hacer”. Alguien respondió “Pichí”, esa noche les regalé 9 litros. Comencé a mejorar.
Rescato que, si bien tuve momentos de crisis emocional, nunca perdí la alegría.
Hacía más gimnasia que las enfermeras, bailaba y nunca me dejé higienizar en la cama, a veces ayudada por 4 enfermeras me levantaba al baño.
Mi hermana quiso alquilarme un colchón para mejorar mis escaras, y le dije: “Con los dolores que tengo ya me cuesta levantarme, si me traés algo cómodo no me levanto nunca más”.
El período de aplasia, a veces 10 y hasta 15 días, eran terrible. Los valores no subían.
Pero ESE día que el hemograma daba bien “Todos a mi bulín que se armó el bailongo” con trencito y todo.
Un gran equipo.
Sobrevivir y vivir:
Luego del alta sanatorial, el camino fue largo.
Estuve más de un mes yendo todos los días, casi siempre a recibir transfusiones.
Cuando dejé de recibirlas, pasé noches y más noches conectada a una bomba con medicación para bajar el hierro que se había sedimentado en el hígado, por tanta sangre ajena. De mañana me “desenchufaba” y salía a trabajar.
A los dos años del alta sanatorial el hierro se estancó en un nivel no deseado y no bajaba. La solución: sangrías.
Veinte meses y cada quince días, me extrajeron 500 cc de sangre, sin reposición, hasta que el hierro llegó nada más que a un valor 4 veces superior al de referencia.
Había estado en 50.
Un día, me dieron permiso para hacer deportes. Comencé a caminar, a trotar.
Me uní a un grupo, luego a un equipo.
Descubrí Distancias Solidarias, Uruguay por Livestrong Fundation.
Corro por lo que me pasó, por los que no pudieron superarlo, por los que están luchando, por sobrevivir, y además por tener el coraje de VIVIR!!!
En el 2013 corrí 36 carreras la mayoría de 10 kilómetros y un medio maratón: 21 km!
Ya estoy preparando los 42 para abril/2014.
Impensable era esto el día que pregunté “Y… como salgo?”
Hoy respondo la pregunta: se sale con actitud, con fortaleza, no dejándose vencer, haciendo caso a nuestro cuerpo, buscando formar un equipo con nuestros doctores y enfermeras, perdonando sus fallas, mirando adelante, y sabiendo sobre todo agradecer. Porque, luego de sobrevivir, hay que aprender a vivir.
Mi forma de agradecer, es testimoniar. Si hay uno que logra vencer las dificultades, podemos todos!! A no bajar los brazos!!
Y siempre, siempre… pasá el mensaje sin miedo: SE PUEDE!!
Beatriz Techera