Carolina - Sobreviviente de cáncer de colon
Soy Carolina Luraschi Garrido, soy sobreviviente de cáncer de colon.
Así empezó todo…el 31 de octubre de 2015 fui a consultar al médico por primera vez, hacía una semana que había cumplido 35 años y como 15 días que me sentía mal.
Sentía ardor en el estómago, la comida me caía mal, me sentía cansada y al final del día siempre sentía el abdomen inflamado. Le explico esto al médico, me indica un examen de sangre, me dice que me cuide en las comidas y dice que sospecha que serán cálculos a la vesícula. Vuelvo a la semana siguiente, sintiéndome igual, cada vez comiendo menos, revisa el análisis de sangre y me indica una ecografía en 4 días. La noche antes de la ecografía tuve un episodio de muchísimo dolor, no sabía que me pasaba pero era intolerable, mi familia llamó a la emergencia, que en vez de trasladarme me dio calmante intravenoso, dormí toda la noche y funcioné el resto del día como drogada. Ese día tenía la ecografía a las 18hrs, soy docente y fui a trabajar igual, mis compañeras me miraban y me decían Caro vos no estás bien! había bajado 6 kilos en 15 días. Llego a hacerme la ecografía, sintiéndome horrible, el doctor empieza a recorrer mi abdomen, buscando vesícula y me dice que no hay nada, me pide que le señale dónde sentía dolor…cuando lo señalo y él pasa el aparato, no olvidaré jamás la expresión de su cara. Me dice que me quede tranquila pero que me tiene que ver cirujano de urgencia, que estaba haciendo una invaginación intestinal, o sea mi intestino delgado se estaba metiendo dentro del grueso, como un telescopio, porque “algo” lo estaba empujando. Yo no entendía nada y no podía creer lo que estaba pasando…llamé a mis padres y a mi hermana para avisarles que me tenía que quedar, ellos estaban con mis hijos, Tomás y Dante de 7 y 3 años en ese momento. Mi marido fue a encontrarse conmigo y en ese momento yo estaba en shock, me daba cuenta de lo que estaba pasando pero no lo podía creer. Una vez que me vio el cirujano todo fue muy rápido, me sacaron sangre, me hicieron tomografía y el cirujano nos dijo que en un rato me operaba, sin pasar por sala ni baño ni nada. Cada vez que le pregunté qué tenía me respondió: cuando te despiertes hablamos. Llegaron mi hermano y mi cuñada y a eso de las 24hrs me llevaron al quirófano, creo que uno no se olvida más de esos momentos, las luces del techo cuando te llevan en la camilla, lo que te dicen los que te acompañan cuando se despiden, el frío del quirófano, la incertidumbre de cuando empieza a pasar la anestesia y después el silencio.
Me desperté como a las 5 de la mañana, en sala, mi marido sentado al lado mío y él fue quien me dijo que me habían sacado un tumor “grande” del colon, pero que estaba bien. A las 7 de la mañana vino el cirujano y me explicó todo lo que había hecho, por un par de días no podría comer nada, después haría una dieta muy específica y cuando estuviera el resultado de la anatomía patológica, empezaría la quimioterapia. Para mí lo más importante era que él me aseguraba de que había sacado todo… así que iba a empezar el tratamiento estando limpia.
Durante el mes que esperamos al resultado de la anatomía patológica, nadie decía la palabra cáncer cuando se referían a lo que me pasaba, como si no nombrarlo por lo que es le quitara gravedad. Hasta que el 13 de diciembre estuvo el resultado y fuimos a verlo con el cirujano que haría el seguimiento de mi tratamiento junto con el oncólogo. Y ahí sí, le pusimos nombre: cáncer de colon derecho en estadio 3, un tumor neoplásico de 8 cms de largo, con 9 ganglios afectados a su alrededor. La noche que me operaron mi situación era crítica, ahora mi situación era complicada. Jamás olvidaré lo que charlamos con mi cirujano en esa consulta: “no vengas sola a las consultas, la enfermedad es tuya, vos ponés el cuerpo, pero la viven todos contigo, tu familia, tus amigos” “tenés que pensar en la enfermedad y el tratamiento como un camino largo, muy largo pero lleno de puentes, no te preocupes por el final, ocúpate del puente que tenés adelante, y así vas, de puente en puente” “Caro tenés que buscar adentro tuyo cuál es tu motor, qué te va a dar fuerza cuando tu cuerpo no la tenga”
Mis motores tienen nombre de varón.
Y al día siguiente empecé la quimioterapia, seis sesiones de una bolsa de oxiliplatino intravenoso cada 21 días, 14 días de capecitabina vía oral y 7 días de descanso. Tampoco olvidaré las palabras de la nurse de la zona de quimio cuando empecé: “Sólo te vas a curar si vos querés curarte”. Y así empezamos queriendo mucho. Cada sesión me llevaba unas 4 o 4 horas y media en el sanatorio. Es difícil decir que parte de tu cuerpo no afecta la quimio, podría nombrar una lista enorme de efectos, desde la fatiga, las neuropatías (propias del oxiliplatino), los vómitos y la diarrea (propios de la capecitabina), la resequedad en la piel, en los ojos, la distorsión de los sentidos (en mi caso el olfato y el tacto), la pérdida de peso (bajé 20 kilos), la pérdida de pelo ( aunque no es total como con otras drogas)…y la lista sigue. El tratamiento es acumulativo, empieza siendo tolerable y luego todo se incrementa hasta literalmente tocar fondo…para luego de a poco empezar a mejorar. Mi fondo fue entre la 3ra y la 4ta sesión.
Tuve días buenos, días tolerables y días muy malos, los días de aguantar, cerrar los ojos y pensar que eso ya iba a pasar y que momentos mejores vendrían…y vinieron!
La quimio dio muy buen resultado, así que a un mes de terminarla volví a trabajar. Y a los controles cada 3 meses. También me hice un estudio genético, que es un proceso super interesante de transitar y se obtiene muchísima información.
Ya pasó 1 año y medio de que terminé el tratamiento, los valores de células tumorales están en parámetros normales, los controles del resto de mi cuerpo no han mostrado nada sospechoso, pero hace unos meses si volvieron a aparecer pólipos y uno de ellos con células hiperplásicas, ¡gracias a la fibrocolonoscopía, los ven, los sacan y seguimos! Pero fue un nuevo sacudón, un alerta.
El 11 de noviembre de 2015 mi vida literalmente se puso en pausa, absolutamente todo lo que hacía y me parecía importante lo tuve que dejar a un lado para dedicarme por completo a luchar por mi vida. Siempre sentí que podía, nunca me enojé ni me pregunté porqué a mi? Como decimos con mi amiga y hermana del alma, si la vida nos da limones hagamos limonada! Y la vida nos dio muchos limones a las dos. No dejo de agradecer cada día, por un despertar más y las mil oportunidades de que sea un buen día, por mi marido, mis hijos, mi familia y mis amigos sin quienes hubiese sido literalmente imposible transitar éste camino, por mis doctores y enfermeros que con tanto respeto y paciencia me tratan cada vez que tengo que hacerme algo, por las personas y aprendizajes que me encontré en el proceso.
Y ojalá logre educar a mis hijos para que sean personas sin miedo a decir la palabra cáncer.
Cáncer no es igual a muerte.
Cáncer es lucha, es aprendizaje, es descubrir fuerzas desconocidas, es compañía, es pedir ayuda, es dejarse ayudar, es perdonar y soltar, es dar gracias, es enfrentarnos a la muerte para salir de nuestra falsa burbuja de inmortalidad y dejar de dar todo por sentado, es investigar para llevar las riendas, es tomar conciencia de que somos lo que pensamos, lo que sentimos y lo que comemos, y hacer algo al respecto.
A mi todo esto se me parece mucho más a la vida que a la muerte. (Febrero, 2018)
Así empezó todo…el 31 de octubre de 2015 fui a consultar al médico por primera vez, hacía una semana que había cumplido 35 años y como 15 días que me sentía mal.
Sentía ardor en el estómago, la comida me caía mal, me sentía cansada y al final del día siempre sentía el abdomen inflamado. Le explico esto al médico, me indica un examen de sangre, me dice que me cuide en las comidas y dice que sospecha que serán cálculos a la vesícula. Vuelvo a la semana siguiente, sintiéndome igual, cada vez comiendo menos, revisa el análisis de sangre y me indica una ecografía en 4 días. La noche antes de la ecografía tuve un episodio de muchísimo dolor, no sabía que me pasaba pero era intolerable, mi familia llamó a la emergencia, que en vez de trasladarme me dio calmante intravenoso, dormí toda la noche y funcioné el resto del día como drogada. Ese día tenía la ecografía a las 18hrs, soy docente y fui a trabajar igual, mis compañeras me miraban y me decían Caro vos no estás bien! había bajado 6 kilos en 15 días. Llego a hacerme la ecografía, sintiéndome horrible, el doctor empieza a recorrer mi abdomen, buscando vesícula y me dice que no hay nada, me pide que le señale dónde sentía dolor…cuando lo señalo y él pasa el aparato, no olvidaré jamás la expresión de su cara. Me dice que me quede tranquila pero que me tiene que ver cirujano de urgencia, que estaba haciendo una invaginación intestinal, o sea mi intestino delgado se estaba metiendo dentro del grueso, como un telescopio, porque “algo” lo estaba empujando. Yo no entendía nada y no podía creer lo que estaba pasando…llamé a mis padres y a mi hermana para avisarles que me tenía que quedar, ellos estaban con mis hijos, Tomás y Dante de 7 y 3 años en ese momento. Mi marido fue a encontrarse conmigo y en ese momento yo estaba en shock, me daba cuenta de lo que estaba pasando pero no lo podía creer. Una vez que me vio el cirujano todo fue muy rápido, me sacaron sangre, me hicieron tomografía y el cirujano nos dijo que en un rato me operaba, sin pasar por sala ni baño ni nada. Cada vez que le pregunté qué tenía me respondió: cuando te despiertes hablamos. Llegaron mi hermano y mi cuñada y a eso de las 24hrs me llevaron al quirófano, creo que uno no se olvida más de esos momentos, las luces del techo cuando te llevan en la camilla, lo que te dicen los que te acompañan cuando se despiden, el frío del quirófano, la incertidumbre de cuando empieza a pasar la anestesia y después el silencio.
Me desperté como a las 5 de la mañana, en sala, mi marido sentado al lado mío y él fue quien me dijo que me habían sacado un tumor “grande” del colon, pero que estaba bien. A las 7 de la mañana vino el cirujano y me explicó todo lo que había hecho, por un par de días no podría comer nada, después haría una dieta muy específica y cuando estuviera el resultado de la anatomía patológica, empezaría la quimioterapia. Para mí lo más importante era que él me aseguraba de que había sacado todo… así que iba a empezar el tratamiento estando limpia.
Durante el mes que esperamos al resultado de la anatomía patológica, nadie decía la palabra cáncer cuando se referían a lo que me pasaba, como si no nombrarlo por lo que es le quitara gravedad. Hasta que el 13 de diciembre estuvo el resultado y fuimos a verlo con el cirujano que haría el seguimiento de mi tratamiento junto con el oncólogo. Y ahí sí, le pusimos nombre: cáncer de colon derecho en estadio 3, un tumor neoplásico de 8 cms de largo, con 9 ganglios afectados a su alrededor. La noche que me operaron mi situación era crítica, ahora mi situación era complicada. Jamás olvidaré lo que charlamos con mi cirujano en esa consulta: “no vengas sola a las consultas, la enfermedad es tuya, vos ponés el cuerpo, pero la viven todos contigo, tu familia, tus amigos” “tenés que pensar en la enfermedad y el tratamiento como un camino largo, muy largo pero lleno de puentes, no te preocupes por el final, ocúpate del puente que tenés adelante, y así vas, de puente en puente” “Caro tenés que buscar adentro tuyo cuál es tu motor, qué te va a dar fuerza cuando tu cuerpo no la tenga”
Mis motores tienen nombre de varón.
Y al día siguiente empecé la quimioterapia, seis sesiones de una bolsa de oxiliplatino intravenoso cada 21 días, 14 días de capecitabina vía oral y 7 días de descanso. Tampoco olvidaré las palabras de la nurse de la zona de quimio cuando empecé: “Sólo te vas a curar si vos querés curarte”. Y así empezamos queriendo mucho. Cada sesión me llevaba unas 4 o 4 horas y media en el sanatorio. Es difícil decir que parte de tu cuerpo no afecta la quimio, podría nombrar una lista enorme de efectos, desde la fatiga, las neuropatías (propias del oxiliplatino), los vómitos y la diarrea (propios de la capecitabina), la resequedad en la piel, en los ojos, la distorsión de los sentidos (en mi caso el olfato y el tacto), la pérdida de peso (bajé 20 kilos), la pérdida de pelo ( aunque no es total como con otras drogas)…y la lista sigue. El tratamiento es acumulativo, empieza siendo tolerable y luego todo se incrementa hasta literalmente tocar fondo…para luego de a poco empezar a mejorar. Mi fondo fue entre la 3ra y la 4ta sesión.
Tuve días buenos, días tolerables y días muy malos, los días de aguantar, cerrar los ojos y pensar que eso ya iba a pasar y que momentos mejores vendrían…y vinieron!
La quimio dio muy buen resultado, así que a un mes de terminarla volví a trabajar. Y a los controles cada 3 meses. También me hice un estudio genético, que es un proceso super interesante de transitar y se obtiene muchísima información.
Ya pasó 1 año y medio de que terminé el tratamiento, los valores de células tumorales están en parámetros normales, los controles del resto de mi cuerpo no han mostrado nada sospechoso, pero hace unos meses si volvieron a aparecer pólipos y uno de ellos con células hiperplásicas, ¡gracias a la fibrocolonoscopía, los ven, los sacan y seguimos! Pero fue un nuevo sacudón, un alerta.
El 11 de noviembre de 2015 mi vida literalmente se puso en pausa, absolutamente todo lo que hacía y me parecía importante lo tuve que dejar a un lado para dedicarme por completo a luchar por mi vida. Siempre sentí que podía, nunca me enojé ni me pregunté porqué a mi? Como decimos con mi amiga y hermana del alma, si la vida nos da limones hagamos limonada! Y la vida nos dio muchos limones a las dos. No dejo de agradecer cada día, por un despertar más y las mil oportunidades de que sea un buen día, por mi marido, mis hijos, mi familia y mis amigos sin quienes hubiese sido literalmente imposible transitar éste camino, por mis doctores y enfermeros que con tanto respeto y paciencia me tratan cada vez que tengo que hacerme algo, por las personas y aprendizajes que me encontré en el proceso.
Y ojalá logre educar a mis hijos para que sean personas sin miedo a decir la palabra cáncer.
Cáncer no es igual a muerte.
Cáncer es lucha, es aprendizaje, es descubrir fuerzas desconocidas, es compañía, es pedir ayuda, es dejarse ayudar, es perdonar y soltar, es dar gracias, es enfrentarnos a la muerte para salir de nuestra falsa burbuja de inmortalidad y dejar de dar todo por sentado, es investigar para llevar las riendas, es tomar conciencia de que somos lo que pensamos, lo que sentimos y lo que comemos, y hacer algo al respecto.
A mi todo esto se me parece mucho más a la vida que a la muerte. (Febrero, 2018)