Testimonio de Sobreviviente - Osmar
Marzo de 2005: tenía 31 años, hacia un par de años que compartía mi vida con Gaby, era médico y acaba de entrar en la residencia de Radiología.
En un momento me hicieron notar que tenía una tumoración en el cuello, que resultó ser un conglomerado ganglionar.
Consulté en la mutualista, me solicitaron exámenes y una tomografía computada.
Ya en la tomografía se comenzaron a confirmar mis sospechas: seguramente se trataba de un linfoma, aunque había que esperar la biopsia.
La misma se realizó rápidamente, y luego de varios días llegó la confirmación: linfoma de Hodgkin.
Con este diagnóstico poco frecuente para un adulto de mi edad, ya que es mas habitual en niños, me contacté con la Profesora de Hematología de ese entonces, la Dra. Marta Nesse quien se encargó de llevar adelante el tratamiento.
Se me realizó una biopsia de médula ósea, la cual mostró infiltración linfomatosa, dato que cambió mi estadío al mas avanzado de la enfermedad.
El resto del año recibí quimioterapia cada 15 días (18 sesiones), tratamiento que fue muy agresivo, con días posteriores de náuseas y vómitos, y malestar general que fue aumentando en todos los meses.
Sin dudas que el apoyo de Gaby, los amigos y la familia fue fundamental para soportar ese tiempo de agresión continua.
Fue también una época de reafirmar lazos con amigos y de comenzar a disfrutar de pequeñas cosas que antes no notaba.
Al inicio de la enfermedad me preguntaba por qué me habrá tocado a mí (supongo que debe ser la pregunta mas frecuente de los que nos enfrentamos al cáncer). Recuerdo que la respuesta me llegó de forma inesperada: en un cumpleaños nos encontramos con una compañera de facultad y al contarle de mi enfermedad me dijo muy convencida que si le hubiera tocado a su esposo no habría podido soportar el diagnóstico y tratamiento. Lo tomé como la respuesta a la interrogante: mis amigos, familia y yo podíamos tolerarlo, es por eso que el cáncer me había “elegido”.
Así es que pasé el resto del año en tratamiento: recibía quimioterapia los viernes, pasaba mal el fin de semana y el lunes estaba recuperado para trabajar en el Hospital de Clínicas.
A comienzos de 2006 los estudios de tomografía computada, de sangre y nueva biopsia de médula ósea demostraron que el linfoma había sido vencido.
El trasplante de médula ósea que estaba previsto realizarme no fue necesario.
El 30 de diciembre de 2010 mi doctora me otorgó el alta definitiva, todavía asombrada de mi recuperación con el tratamiento estándar en un linfoma de estadío tan avanzado. Lo que no tiene en cuenta el tratamiento es la importante dosis de apoyo que tuve siempre por parte de amigos, familia, compañeros de trabajo y de Gaby, que considero fueron muy importantes en mi recuperación.
Mi linfoma fue una oportunidad que tuve de cambiar muchas cosas en mi vida: hoy hago mucho ejercicio (corro y ando en bici en honor a afectados por el cáncer en el marco de Distancias Solidarias y apoyando a Uruguay por Livestrong), disfruto de mi trabajo, de mi vida junto a Gaby, y de tantos amigos que me han apoyado en todo este tiempo.
Osmar Telis