Testimonio Sobreviviente - Pedro Martino

Recuerdo que la primera vez que vi a Lance Armstrong, fue en el último Tour de France que ganó, el año en que se retiró. Estuvimos hablando con mi suegro de lo impresionante que era como deportista, y mencionamos algo de un cáncer que había tenido pero no le dimos mayor importancia.
Poco tiempo después tuve que enfrentarme a mi primer enfermedad de entidad. Por un desorden auto inmune mis riñones fallaron y empecé con diálisis.
Fue un golpe durísimo porque uno pierde una de las cosas más importantes para una persona… la libertad. Es muy duro hacerse a la idea de que tu vida va a depender de una máquina, que ya no sos autosuficiente. No sos libre de salir del país, no sos libre de viajar sin avisar con una semana de anticipación a otro centro de diálisis que te tiene que confirmar que tiene una máquina para vos.
Entré a diálisis a los 25 años, yo miraba a mis compañeros en el centro de diálisis y el más joven tenía más de 60 años y yo me preguntaba ¿Por qué a mi? Toda esta gente tuvo una juventud plena y yo acá atado a esta máquina. Tres veces por semana durante cuatro horas y media tengo que enchufarme si quiero seguir viviendo y hace 5 años que lo hago sin faltar jamás.
La verdad estaba muy enojado con la vida y pensé que eso era lo peor que me podía pasar, pero la vida nos tiene preparadas muchas sorpresas.
Ahí fue cuando el cáncer apareció en mi vida. Recuerdo palpar en mi testículo algo raro y concurrí al médico muy asustado y me dicen que no me preocupe que lo que yo tenía era varicocele, que es una várice en el testículo y es operable.
Me quedé tranquilo y como la complicación era la producción de esperma y yo en ese momento no tenía intención de tener hijos con mi esposa, dejé el asunto para después.
Con los meses el testículo se puso cada vez más grande hasta que era realmente incómodo y decidí operarme de “varicocele”, más por comodidad que por otra cosa.
Recuerdo que en el block quirúrgico el urólogo al palpar el testículo me preguntó si siempre había sido así de grande y le contesté que era por la varicocele… recuerdo la cara del médico antes de caer por efecto de la anestesia, era una cara de preocupación.
Al despertar lo primero que hice fue palparme a ver como había quedado y noté que el testículo ya no estaba ahí.
Luego vino la parte de esperar por la anatomía patológica… una espera tortuosa hasta que el resultado llegó y nos indicaba la presencia de un tumor maligno de tipo noseminomatoso. Recuerdo que el oncólogo me explicó que hay dos tipos de tumores malos, el seminomatoso que es muy malo y el noseminomatoso que es peor.
Estuvimos analizando tratamientos, pero como yo estaba en diálisis y era un paciente delicado decidieron esperar y rezar porque el cáncer no se hubiera esparcido y que lo hayan sacado todo.
Tres meses después apareció un tumor en los ganglios de la panza y decidimos empezar con la quimioterapia.
Era realmente complicado porque el tumor noseminomatoso no responde a la radioterapia y restaba solamente aplicar quimioterapia.
El tema es que los químicos se eliminan por orina… y yo no orino hace años. Había que experimentar conmigo en cuanto a dosis y tiempo de permanencia de los químicos en mi cuerpo antes de dializarme y extraerlos.
A las personas normales les dan diuréticos para que orinen y expulsen los químicos que no deben permanecer dentro del cuerpo por mucho tiempo.
En el país existía solo un caso como el mío y no era muy prometedor… el chico había fallecido.
Comenzamos con la quimio, la idea era ponerme los químicos, dejarlos ahí por una hora y luego sacarlos mediante diálisis. Cada vez que recibía una sesión me internaban y repetían el procedimiento por 4 días. El plan era dejarme descansar 12 días y volver a repetir el procedimiento.
No pudimos seguir con el plan ya que la primera dosis que me dieron (que para alguien normal era baja) resultó demasiado para mi cuerpo… no habíamos podido sacar los químicos lo suficientemente rápido por lo que comenzaron las complicaciones.
Se me hincharon manos y pies al punto de no poder caminar ni abrir el pestillo de la puerta. El dolor era punzante, aparecieron quemaduras en mi piel y lo peor de todo fue la mucositis en mi boca. Toda la mucosa de mi boca muere y quedé a carne viva desde los labios hasta la tráquea… mi Oncólogo me dijo que nunca había visto algo igual…
No les puedo explicar el dolor que sentía, no pude hablar por 20 días, no pude comer ni tomar agua, el dolor era intenso y no me daba tregua.
Obviamente la segunda serie de quimio se pospuso… parece que esa dosis pequeña para otros, para mí significaba una dosis triple. Estuve internado por un mes para recuperarme y suministrarme constantes calmantes. Lo que pasé no se lo deseo a nadie… ni a mi peor enemigo.
Cuando más o menos estaba recuperado y habiendo retocado las dosis recibí una segunda, tercera y cuarta sesión. En la última recuerdo estar arrollado en la cama llorando y suplicando que ya no más… que no aguantaba más.
Nunca se me pasó por la mente la posibilidad de morir, odiaba al cáncer y quería destruirlo, lo veía como a otra persona y no como algo que formaba parte de mí. Lo iba a matar, así me costara casi morir yo mismo. Recuerdo luego de la quimioterapia estar tan cansado que me daba trabajo respirar, pero no me iba a dejar ganar… no podía.
El cáncer no solo me tocó a mi, sino a mi esposa y a toda la familia, y mi suegro mirando un canal de deportes escuchó a un tenista argentino que había tenido cáncer de testículo y que había leído el libro de Lance Armstrong y lo había inspirado.
En secreto mi esposa empieza a buscar el libro acá en Uruguay y resulta imposible conseguirlo, hasta que finalmente una amiga lo encuentra en un comercio de libros usados en un pueblito de España y lo manda.
Leímos el libro con mi esposa… lo devoramos y nos vimos representados, y ya no nos sentimos solos, era como leer nuestra historia. Allí nos enteramos de la Fundación, empezamos a ver videos en Youtube, el manifiesto, etc.
Con sorpresa vemos que habíamos aplicado el espíritu Livestrong sin saberlo. Habíamos hablado del cáncer sin tapujos, nos habíamos informado de la enfermedad y no íbamos a dejar que el cáncer gobernara nuestra vida… el cáncer se había metido con la persona equivocada.
Yo pensaba que mi enfermedad renal era lo peor que me podía pasar… hasta que me tocó vivir con el cáncer. Ahora agradezco lo que tengo y me di cuenta de que SOLO la diálisis era juego de niños.
Gracias al cáncer recuperé mi vida, recuperé las ganas de vivir.
El cáncer no solo me hizo pasar un mal rato, sino que por tener cáncer me suspenden por 5 años de la lista de transplante. No puedo recibir transplante de riñón hasta que no pasen 5 años desde la remisión. Hoy por hoy voy dos años y medio y contando, tengo terror de que el cáncer regrese; no porque tenga que luchar contra él nuevamente, sino porque comienzo a contar los 5 años de cero.
Al año un queridísimo amigo es diagnosticado con cáncer de pulmón, y me acerqué a él y tratamos con mi esposa de transmitirle el espíritu Livestrong que tanto bien me hubiera hecho de haberlo conocido durante la enfermedad.
Mi amigo luchó con todas sus fuerzas, pero no fue suficiente y a los tres meses del diagnóstico falleció.
Es allí cuando mi esposa comienza con una pequeña semilla de la Fundación Livestrong acá en Uruguay, que ha ido creciendo desde entonces y que dentro de nuestras posibilidades ayuda a los que nos contactan.
El cáncer me enseñó a vivir, me enseñó lo que son las cosas importantes de la vida y sobre todo me llevó a la Fundación Livestrong.
Ahora recuerdo aquel Tour de France, aquel en que vi por primera vez a Lance e indefectiblemente no puedo dejar de verlo con otros ojos.
Espero que mi testimonio les sirva, y siempre LIVESTRONG!!!
Poco tiempo después tuve que enfrentarme a mi primer enfermedad de entidad. Por un desorden auto inmune mis riñones fallaron y empecé con diálisis.
Fue un golpe durísimo porque uno pierde una de las cosas más importantes para una persona… la libertad. Es muy duro hacerse a la idea de que tu vida va a depender de una máquina, que ya no sos autosuficiente. No sos libre de salir del país, no sos libre de viajar sin avisar con una semana de anticipación a otro centro de diálisis que te tiene que confirmar que tiene una máquina para vos.
Entré a diálisis a los 25 años, yo miraba a mis compañeros en el centro de diálisis y el más joven tenía más de 60 años y yo me preguntaba ¿Por qué a mi? Toda esta gente tuvo una juventud plena y yo acá atado a esta máquina. Tres veces por semana durante cuatro horas y media tengo que enchufarme si quiero seguir viviendo y hace 5 años que lo hago sin faltar jamás.
La verdad estaba muy enojado con la vida y pensé que eso era lo peor que me podía pasar, pero la vida nos tiene preparadas muchas sorpresas.
Ahí fue cuando el cáncer apareció en mi vida. Recuerdo palpar en mi testículo algo raro y concurrí al médico muy asustado y me dicen que no me preocupe que lo que yo tenía era varicocele, que es una várice en el testículo y es operable.
Me quedé tranquilo y como la complicación era la producción de esperma y yo en ese momento no tenía intención de tener hijos con mi esposa, dejé el asunto para después.
Con los meses el testículo se puso cada vez más grande hasta que era realmente incómodo y decidí operarme de “varicocele”, más por comodidad que por otra cosa.
Recuerdo que en el block quirúrgico el urólogo al palpar el testículo me preguntó si siempre había sido así de grande y le contesté que era por la varicocele… recuerdo la cara del médico antes de caer por efecto de la anestesia, era una cara de preocupación.
Al despertar lo primero que hice fue palparme a ver como había quedado y noté que el testículo ya no estaba ahí.
Luego vino la parte de esperar por la anatomía patológica… una espera tortuosa hasta que el resultado llegó y nos indicaba la presencia de un tumor maligno de tipo noseminomatoso. Recuerdo que el oncólogo me explicó que hay dos tipos de tumores malos, el seminomatoso que es muy malo y el noseminomatoso que es peor.
Estuvimos analizando tratamientos, pero como yo estaba en diálisis y era un paciente delicado decidieron esperar y rezar porque el cáncer no se hubiera esparcido y que lo hayan sacado todo.
Tres meses después apareció un tumor en los ganglios de la panza y decidimos empezar con la quimioterapia.
Era realmente complicado porque el tumor noseminomatoso no responde a la radioterapia y restaba solamente aplicar quimioterapia.
El tema es que los químicos se eliminan por orina… y yo no orino hace años. Había que experimentar conmigo en cuanto a dosis y tiempo de permanencia de los químicos en mi cuerpo antes de dializarme y extraerlos.
A las personas normales les dan diuréticos para que orinen y expulsen los químicos que no deben permanecer dentro del cuerpo por mucho tiempo.
En el país existía solo un caso como el mío y no era muy prometedor… el chico había fallecido.
Comenzamos con la quimio, la idea era ponerme los químicos, dejarlos ahí por una hora y luego sacarlos mediante diálisis. Cada vez que recibía una sesión me internaban y repetían el procedimiento por 4 días. El plan era dejarme descansar 12 días y volver a repetir el procedimiento.
No pudimos seguir con el plan ya que la primera dosis que me dieron (que para alguien normal era baja) resultó demasiado para mi cuerpo… no habíamos podido sacar los químicos lo suficientemente rápido por lo que comenzaron las complicaciones.
Se me hincharon manos y pies al punto de no poder caminar ni abrir el pestillo de la puerta. El dolor era punzante, aparecieron quemaduras en mi piel y lo peor de todo fue la mucositis en mi boca. Toda la mucosa de mi boca muere y quedé a carne viva desde los labios hasta la tráquea… mi Oncólogo me dijo que nunca había visto algo igual…
No les puedo explicar el dolor que sentía, no pude hablar por 20 días, no pude comer ni tomar agua, el dolor era intenso y no me daba tregua.
Obviamente la segunda serie de quimio se pospuso… parece que esa dosis pequeña para otros, para mí significaba una dosis triple. Estuve internado por un mes para recuperarme y suministrarme constantes calmantes. Lo que pasé no se lo deseo a nadie… ni a mi peor enemigo.
Cuando más o menos estaba recuperado y habiendo retocado las dosis recibí una segunda, tercera y cuarta sesión. En la última recuerdo estar arrollado en la cama llorando y suplicando que ya no más… que no aguantaba más.
Nunca se me pasó por la mente la posibilidad de morir, odiaba al cáncer y quería destruirlo, lo veía como a otra persona y no como algo que formaba parte de mí. Lo iba a matar, así me costara casi morir yo mismo. Recuerdo luego de la quimioterapia estar tan cansado que me daba trabajo respirar, pero no me iba a dejar ganar… no podía.
El cáncer no solo me tocó a mi, sino a mi esposa y a toda la familia, y mi suegro mirando un canal de deportes escuchó a un tenista argentino que había tenido cáncer de testículo y que había leído el libro de Lance Armstrong y lo había inspirado.
En secreto mi esposa empieza a buscar el libro acá en Uruguay y resulta imposible conseguirlo, hasta que finalmente una amiga lo encuentra en un comercio de libros usados en un pueblito de España y lo manda.
Leímos el libro con mi esposa… lo devoramos y nos vimos representados, y ya no nos sentimos solos, era como leer nuestra historia. Allí nos enteramos de la Fundación, empezamos a ver videos en Youtube, el manifiesto, etc.
Con sorpresa vemos que habíamos aplicado el espíritu Livestrong sin saberlo. Habíamos hablado del cáncer sin tapujos, nos habíamos informado de la enfermedad y no íbamos a dejar que el cáncer gobernara nuestra vida… el cáncer se había metido con la persona equivocada.
Yo pensaba que mi enfermedad renal era lo peor que me podía pasar… hasta que me tocó vivir con el cáncer. Ahora agradezco lo que tengo y me di cuenta de que SOLO la diálisis era juego de niños.
Gracias al cáncer recuperé mi vida, recuperé las ganas de vivir.
El cáncer no solo me hizo pasar un mal rato, sino que por tener cáncer me suspenden por 5 años de la lista de transplante. No puedo recibir transplante de riñón hasta que no pasen 5 años desde la remisión. Hoy por hoy voy dos años y medio y contando, tengo terror de que el cáncer regrese; no porque tenga que luchar contra él nuevamente, sino porque comienzo a contar los 5 años de cero.
Al año un queridísimo amigo es diagnosticado con cáncer de pulmón, y me acerqué a él y tratamos con mi esposa de transmitirle el espíritu Livestrong que tanto bien me hubiera hecho de haberlo conocido durante la enfermedad.
Mi amigo luchó con todas sus fuerzas, pero no fue suficiente y a los tres meses del diagnóstico falleció.
Es allí cuando mi esposa comienza con una pequeña semilla de la Fundación Livestrong acá en Uruguay, que ha ido creciendo desde entonces y que dentro de nuestras posibilidades ayuda a los que nos contactan.
El cáncer me enseñó a vivir, me enseñó lo que son las cosas importantes de la vida y sobre todo me llevó a la Fundación Livestrong.
Ahora recuerdo aquel Tour de France, aquel en que vi por primera vez a Lance e indefectiblemente no puedo dejar de verlo con otros ojos.
Espero que mi testimonio les sirva, y siempre LIVESTRONG!!!