Lilly Morgan - Sobreviviente de cáncer de mama
Mensaje para Livestrong, 2016-09-02
Me llamo Lilly Morgan Vilaró y soy una superviviente del cáncer. Fui diagnosticada en Diciembre de 1999, con un cáncer de mama en mi teta izquierda y se me dijo que no solo tenía que operarme,ya,ya, sino que además, dado lo avanzado de la enfermedad, probablemente sobreviviría, con suerte, seis meses. Lo gracioso de todo esto (sí, gracioso como el cuento de Jaimito y “¿De qué se ríe la hiena?”) es que una semana antes, la misma médica que con cara seria me estaba diciendo que la muerte venía pisando mi huerto, me había dicho todo lo contrario. Que no tenía nada. Que comprendía mi paranoia dado mi historial familiar en donde las mujeres habían tenido de cáncer de mama, como si hubiese sido una competencia para ver quien aguantaba más y quien se moría antes. Pero que no tenía nada. Como fue que de no tener nada pasé a la semana siguiente a tener un montón, será un misterio jamás develado, así que ni se gasten en preguntar. Mi único consuelo por esos días fue que, como las profecías mayas decían que el mundo se acababa en Enero del 2000, yo me iba a morir antes de que el cáncer tuviese la chance de matarme. Ganándole así la mano al maldito bicho maligno y malo que se había instalado en mi cuerpo sin permiso. Pues bien, el mundo no se acabó nada y mi vida tampoco. Fallaron tanto la profecía Maya como la de la médica que me diagnosticó un corto período de supervivencia luego de mi operación en donde sí me sacaron un tumor maligno, pero mucho más chico de lo esperado. Mi periplo anterior y posterior a la operación lo relaté en un libro que se llama “Ay mama,tenés cáncer”, así que no voy a repetir lo que ya dije ahí. De nada. Pero sí voy a referirme un poco a lo que pasó luego de publicado el libro. De golpe empecé a recibir mensajes de cientos de mujeres que habían pasado por lo mismo que yo. Y de muchas que transitaron y transitan un camino diez veces peores que el mío. Haciendo que mi experiencia resultase casi un paseo por Disneylandia, comparada con las historias que escuché y leí de tantas mujeres. Salvo excepciones, la gran mayoría tenía algo en común. Más allá del cáncer, obvio. Y ese otro punto en común, era la decisión de tratar de salir adelante, sobrevivir y tener una buena calidad de vida. También esa gran mayoría, había tomado esa decisión luego de pasar por un normal y hasta diría saludable, período de duelo. En donde habían llorado, puteado, entrado en crisis de depresión, salido de esa crisis para volver a caer en ella en un corto lapso de un mes, una semana o media hora. Hasta que caían en la cuenta, como caí yo, que al cáncer le importa un bledo que estemos en crisis, que lloremos y puteemos y clamemos al cielo golpeándonos el pecho (evitando golpear la teta operada porque duele!) el famoso: -“¡Ma perche yo!”-. Por lo tanto lo único que quedaba era salir a bailar el baile que se les cruzó por delante, aunque la música fuese un asco. Y tratar de bailar lo mejor posible para lograr que la música se contagiase y pasase a ser algo más agradable de escuchar. De esas mujeres bailarinas que conocí, algunas no lograron superar la enfermedad, otras la siguen peleando y unas cuantas, como yo, han sido declaradas libres de cáncer. A casi todas, las que se fueron, las que siguen en la lucha y las que lograron zafar, fue de muchísima ayuda el tener organizaciones o grupos en donde encontrar contención y consejos. En donde poder hablar y decir que tenían, tienen y tuvimos (no nos engañemos, las que lo tuvimos, todavía andamos por la vida mirando cada tanto por detrás del hombro para ver si nos siguió) miedo. Y saber que del otro lado, la persona que escucha, entiende perfectamente ese miedo, ese dolor y esa angustia. Organizaciones como “Mama Mía”, “Dame tu mano” y “Uruguay por LIVESTRONG”, hacen más llevadero este infierno por el cual atravesamos los pacientes de cáncer. Por supuesto, no tienen la varita mágica para hacerlo desaparecer. Pero sirven muchísimo, además de todos los servicios concretos y específicos que dan, para hacernos sentir que no estamos solas o solos. Y sea lo que sea que nos espera a cada uno al final del camino, es más fácil recorrerlo acompañado por una o varias manos amigas. Lilly Morgan Vilaró |