Testimonio de Valentina Clavijo, sobreviviente de Linfoma de Hodgkin
Mi nombre es Valentina Clavijo, tengo 23 años y soy de Montevideo.
Esta es mi historia:
Todo comenzó en octubre de 2010 cuando un fuerte dolor en el cuello no me dejaba ni dormir, obviamente consulté y me dijeron que podía ser stress, al tiempo pasó, pero lo más raro fue que el dolor se fue hacia la cintura, por lo que vuelvo a consultar y me derivaron con una fisiatra que después de realizarme una radiografía diagnosticaron que tenia escoleosis. Me mandaron hacer fisioterapia ya que el dolor podía ser producto del sedentarismo, trabajaba muchas horas y sentada. Pero el dolor no se iba, entonces fue cuando decidí consultar con otro médico, un traumatólogo, y me aconsejó que hiciera piscina, que volviera en dos meses pero que de seguro pasaría con eso. Le hice caso por supuesto, así que me iba a trabajar y luego al club, pero el dolor seguía. Era un dolor constante en la cintura que sólo lo calmaba tomando algún analgésico , realmente pensaba que este sería crónico.
Volví al traumatólogo después de los dos meses de club y le dije que seguía con el dolor, es más, la pierna derecha no la podía levantar demasiado, pero me revisó y me dijo que estaba bien,que no veía nada, que siguiera yendo al club y si el dolor seguía me hacía una tomografía, dijo que era muy joven como para irradiarme tanto.
No recuerdo que día fue exactamente pero otro síntoma apareció, sudoración nocturna, era levantarme o despertarme en la madrugada, pleno invierno, mojada, totalmente mojada, ropa, sábanas, pelo, no lo podía explicar y lo dejé pasar. Así estuve varios meses, acompañada del dolor, el cansancio general, la palidez en mi rostro y el poco peso. Pero todo lo asocié con el trabajo, con que me hacía falta unas vacaciones.
Fue ahí cuando mi madre tomó las riendas y dijo, vamos al médico y que te hagan un estudio, no podés seguir tomando pastillas, me dice. Ya iba a hacer casi un año que vivía a analgésicos diariamente para aliviar ese dolor tan intenso que no me dejaba vivir. Volvimos a la fisiatra a contarle lo que me estaba pasando, y me mandó la tomografía y análisis de sangre, también me aconsejó que me tomara la fiebre por que tal vez era de eso que sudaba por la noche.
Esa misma noche me tomé la fiebre, el termómetro marcaba 38ºc, era fiebre, ahí me empecé a preocupar, porque a simple vista no tenía nada, pero si, todas las noches hacía fiebre, todo era muy raro para todos, pero había que esperar los resultados. Nunca esperé un resultado médico con tanta ansiedad, una parte de mi estaba diciéndome a gritos que algo no andaba bien.
El día esperado llegó, fue un viernes de agosto, recuerdo, un día espantoso, frio, lluvioso. Salí del trabajo corriendo a buscar los resultados, los valores estaban bastante alterados, pero mi intriga crecía más porque cada vez entendía menos qué pasaba. Así que me bañé y arranqué para la emergencia, no quise que nadie me acompañara, estaba muy nerviosa y quería salir de la duda. Obviamente me quedé internada, me dijeron que no sabían lo que era pero que me quedara tranquila que iban a investigar hasta descubrirlo.
Fue una semana de estudios de todo tipo, radiografías, tomografías, ecografías, resonancia, sangre todo el tiempo, Me hicieron mil y una preguntas y yo entendía cada vez menos, pero estaba tranquila, ya no era vida la que tenía y por fin iba a llegar al fondo de esto.
Fue un 23 de agosto cuando me dieron la noticia, día del cumple de mi hermano mayor, la doctora entró a la habitación y me dijo, tenés un linfoma, vamos a hacerte una biopsia y luego vamos a ver qué tratamiento seguir. Lo único que me quedó de esas palabras fue biopsia, operación, quirófano, me dio mucho miedo, pero ya estaba en el baile, asi que a bailar.
Linfoma de Hodgkin fue el diagnóstico final, cuando les contaba a mis amigas, era yo quien decía va a estar todo bien, creo que no caí hasta pasados unos meses.
Fue el 6 de setiembre que comencé con la quimioterapia, un día antes me habían puesto el port a cath por donde pasaría la medicación, creo que no terminó de pasar todo que ya estaba en el baño largando todo ese líquido que, si bien me estaba curando, era una bomba para mi cuerpo. Las primeras sesiones las pasaba fatal, no comía durante al menos tres días, hasta el agua me caía mal. Pero cuando las nauseas desaparecían, venían los dolores en todo mi cuerpo, se me contracturaban los hombros, no podía dormir, pero tenia 15 días entre sesión y sesión, lo que me daba tiempo de reponerme y disfrutar algunos días sin náuseas, sin dolores, feliz.
Fue a mitad de tratamiento cuando hice el clic, debido a un dolor intenso en todo mi cuerpo no comía, no dormía, no quería moverme, estaba muy mal, tanto que se vio reflejado en mis valores, me llamaron de la sociedad para decirme que había bajado muchísimo las defensas, que ya mismo tenían que internarme. Una semana en una habitación aislada pasé, con un purificador sobre la cama y una cortina para aislarme todo lo posible de las bacterias. Fue ahí cuando empecé a pensar lo importante que era la parte anímica, y después de una charla con la doctora y la pscicóloga entendí lo que estaba pasando y cómo podía colaborar. Apenas salí empecé terapia, consideré que no sólo tenia que tratar la parte física, sino que también era necesario la mental, ya que al fin y al cabo somos uno.
Y a pesar de que casi siempre la pasaba mal en las sesiones de quimio, empecé a verlas de otra manera, aprendí a darme el espacio para estar mal, para estar bien, para estar sola o acompañada.
Hoy no tengo palabras para agradecer a todos los que me acompañaron, a cada uno que estuvo o que está, y realmente estoy feliz, volví a ser yo!, siento que volví a nacer, y me encanta la idea de saber que puedo ayudar a alguien y doy gracias a Livestrong por eso, por permitirme compartir mi historia, por abrirme sus puertas.
Esta es mi historia:
Todo comenzó en octubre de 2010 cuando un fuerte dolor en el cuello no me dejaba ni dormir, obviamente consulté y me dijeron que podía ser stress, al tiempo pasó, pero lo más raro fue que el dolor se fue hacia la cintura, por lo que vuelvo a consultar y me derivaron con una fisiatra que después de realizarme una radiografía diagnosticaron que tenia escoleosis. Me mandaron hacer fisioterapia ya que el dolor podía ser producto del sedentarismo, trabajaba muchas horas y sentada. Pero el dolor no se iba, entonces fue cuando decidí consultar con otro médico, un traumatólogo, y me aconsejó que hiciera piscina, que volviera en dos meses pero que de seguro pasaría con eso. Le hice caso por supuesto, así que me iba a trabajar y luego al club, pero el dolor seguía. Era un dolor constante en la cintura que sólo lo calmaba tomando algún analgésico , realmente pensaba que este sería crónico.
Volví al traumatólogo después de los dos meses de club y le dije que seguía con el dolor, es más, la pierna derecha no la podía levantar demasiado, pero me revisó y me dijo que estaba bien,que no veía nada, que siguiera yendo al club y si el dolor seguía me hacía una tomografía, dijo que era muy joven como para irradiarme tanto.
No recuerdo que día fue exactamente pero otro síntoma apareció, sudoración nocturna, era levantarme o despertarme en la madrugada, pleno invierno, mojada, totalmente mojada, ropa, sábanas, pelo, no lo podía explicar y lo dejé pasar. Así estuve varios meses, acompañada del dolor, el cansancio general, la palidez en mi rostro y el poco peso. Pero todo lo asocié con el trabajo, con que me hacía falta unas vacaciones.
Fue ahí cuando mi madre tomó las riendas y dijo, vamos al médico y que te hagan un estudio, no podés seguir tomando pastillas, me dice. Ya iba a hacer casi un año que vivía a analgésicos diariamente para aliviar ese dolor tan intenso que no me dejaba vivir. Volvimos a la fisiatra a contarle lo que me estaba pasando, y me mandó la tomografía y análisis de sangre, también me aconsejó que me tomara la fiebre por que tal vez era de eso que sudaba por la noche.
Esa misma noche me tomé la fiebre, el termómetro marcaba 38ºc, era fiebre, ahí me empecé a preocupar, porque a simple vista no tenía nada, pero si, todas las noches hacía fiebre, todo era muy raro para todos, pero había que esperar los resultados. Nunca esperé un resultado médico con tanta ansiedad, una parte de mi estaba diciéndome a gritos que algo no andaba bien.
El día esperado llegó, fue un viernes de agosto, recuerdo, un día espantoso, frio, lluvioso. Salí del trabajo corriendo a buscar los resultados, los valores estaban bastante alterados, pero mi intriga crecía más porque cada vez entendía menos qué pasaba. Así que me bañé y arranqué para la emergencia, no quise que nadie me acompañara, estaba muy nerviosa y quería salir de la duda. Obviamente me quedé internada, me dijeron que no sabían lo que era pero que me quedara tranquila que iban a investigar hasta descubrirlo.
Fue una semana de estudios de todo tipo, radiografías, tomografías, ecografías, resonancia, sangre todo el tiempo, Me hicieron mil y una preguntas y yo entendía cada vez menos, pero estaba tranquila, ya no era vida la que tenía y por fin iba a llegar al fondo de esto.
Fue un 23 de agosto cuando me dieron la noticia, día del cumple de mi hermano mayor, la doctora entró a la habitación y me dijo, tenés un linfoma, vamos a hacerte una biopsia y luego vamos a ver qué tratamiento seguir. Lo único que me quedó de esas palabras fue biopsia, operación, quirófano, me dio mucho miedo, pero ya estaba en el baile, asi que a bailar.
Linfoma de Hodgkin fue el diagnóstico final, cuando les contaba a mis amigas, era yo quien decía va a estar todo bien, creo que no caí hasta pasados unos meses.
Fue el 6 de setiembre que comencé con la quimioterapia, un día antes me habían puesto el port a cath por donde pasaría la medicación, creo que no terminó de pasar todo que ya estaba en el baño largando todo ese líquido que, si bien me estaba curando, era una bomba para mi cuerpo. Las primeras sesiones las pasaba fatal, no comía durante al menos tres días, hasta el agua me caía mal. Pero cuando las nauseas desaparecían, venían los dolores en todo mi cuerpo, se me contracturaban los hombros, no podía dormir, pero tenia 15 días entre sesión y sesión, lo que me daba tiempo de reponerme y disfrutar algunos días sin náuseas, sin dolores, feliz.
Fue a mitad de tratamiento cuando hice el clic, debido a un dolor intenso en todo mi cuerpo no comía, no dormía, no quería moverme, estaba muy mal, tanto que se vio reflejado en mis valores, me llamaron de la sociedad para decirme que había bajado muchísimo las defensas, que ya mismo tenían que internarme. Una semana en una habitación aislada pasé, con un purificador sobre la cama y una cortina para aislarme todo lo posible de las bacterias. Fue ahí cuando empecé a pensar lo importante que era la parte anímica, y después de una charla con la doctora y la pscicóloga entendí lo que estaba pasando y cómo podía colaborar. Apenas salí empecé terapia, consideré que no sólo tenia que tratar la parte física, sino que también era necesario la mental, ya que al fin y al cabo somos uno.
Y a pesar de que casi siempre la pasaba mal en las sesiones de quimio, empecé a verlas de otra manera, aprendí a darme el espacio para estar mal, para estar bien, para estar sola o acompañada.
Hoy no tengo palabras para agradecer a todos los que me acompañaron, a cada uno que estuvo o que está, y realmente estoy feliz, volví a ser yo!, siento que volví a nacer, y me encanta la idea de saber que puedo ayudar a alguien y doy gracias a Livestrong por eso, por permitirme compartir mi historia, por abrirme sus puertas.