Soy sobreviviente de dos tipos de cánceres, tras dos cirugías, quimioterapia y demás. Curiosamente, el primero era el mismo que padeció Lance Armstrong. Si bien hacía deporte antes que se detectara el primero, intensifiqué mi actividad a penas me recuperé de las rondas de quimioterapia. Mi segunda operación fue en noviembre de 2010, o sea que estaré a dos años de esta segunda intervención. Hago deporte porque hace bien para mi cuerpo, me obliga a regímenes de comida, descanso, etc. que me hacen sentir más fuerte. Pero por sobre todas las cosas, me parece que correr estas carreras es un canto a la vida, lo que se aprecia mucho más luego de estas experiencias CORRE PEDALEA CAMINA LUCHA POR SOBREVIVIENTES DE CANCER! |
CRÓNICA DE UN MARATÓN QUE NO FUE...
“The marathon is canceled, is canceled”, fue la frase que no alcanzábamos a comprender. Un policía procuraba con lenguaje gestual y repitiéndola una y otra vez que lo entendiéramos. Parecía que la mente se había vuelto incapaz de asimilar una idea tan sencilla, cruel y obvia. Minutos antes, cuando nos aproximábamos al imponente edificio donde se levantaba el número, se veía a través de una amplia fachada vidriada, una escena acostumbrada. Enjambre de corredores multicolores hacían cola, banderas, delegaciones, cartelera de sponsor, etc. etc. Al ingresar, vimos a varios policías neoyorquinos ordenando filas, el corazón aceleraba sus pulsaciones y fue nada mas mientras calculábamos que la cola se movía rápido y que pronto tendríamos el número, remera y bolsa, que los funcionarios comenzaron a agitar sus brazos y a gritar la frase tan difícil de asimilar, “The marathon is canceled”. La primera sensación fue de aturdimiento, me abrumaba qué le iba a decir a mis hijos, como iba a explicar a quienes llevaba en mi cartelito de Livestrong, a los familiares de quienes estaban allí mencionados, a Laura y Vero que me habían conseguido la bandera. Además, cada vez que terminé un maratón o media maratón, mi primera sensación es ver a mi padre, me parece que me está sonriendo desde el cielo y esta gente me iba a privar de ese momento mágico que tanto esperaba. Me golpeaba también no hacer lo de siempre. Cada vez que corrí un maratón le mando una fotografía de llegada a mi oncólogo. La vez que decidí ir a la carrera de Nueva York, le pedí como siempre el consejo médico del caso. Y esta vuelta no sólo me habían dado los resultados bien y estaba todo en orden, sino que se alegró tanto, que salió de su consultorio y mientras me acompañaba a la puerta de la clínica (hecho insólito), anunciaba con cara de gurí en seis de enero, a todo el personal de enfermería que andaba en la vuelta, que el paciente iba a correr esa maratón. Era tal la alegría que tenía ese hombre, que no paraba de sonreír a diestra y siniestra. Esta imagen que me había alentado durante la preparación, me golpeaba fuerte: no habría maratón ni foto para enviarle. Obviamente que apenas pasaron unas horas, era necesario ubicarse y darle a cada cosa su exacta dimensión: lo primero, habría otras carreras. Lo segundo ¿qué es lo positivo? que mi esposa y mi hijo más chico me acompañaban y que ahora podría dedicar más tiempo a recorrer la ciudad con ellos. Además, como la ropa deportiva y unos gorros que nos dieron en la expo delataba nuestra condición de corredores desairados, en varios lugares neoyorquinos anónimos ofrecían disculpas, lo que a esa altura caía muy bien. Una señora –corredora local- nos paró a la salida de un mercadito. Estaba indignada y anunciaba que igual había que salir a correr el domingo. Fue llegar al hall del hotel, habitualmente lleno de corredores que vienen de todas partes del mundo que la tristeza dejó lugar a una sensación de consuelo y esta dio paso a la alegría. Curiosamente, y aunque no entendíamos nada de los que hablaban (había africanos, alemanes, holandeses, japoneses, etc.) se advertía una atmósfera de desafío, de remar contra lo que fuera. ¡Qué deporte tan maravilloso! Uno no quiere ni pensar qué hubiera pasado de suspenderse un evento deportivo diferente, pero en este caso, la gente estaba decidida a improvisar la carrera que fuera. Las exigencias del trabajo por un lado y de la preparación por otro (eso no es novedad en un corredor) nos priva de horas de familia, así que en mi caso la solución surgió en forma natural: voy a correr por C. Park con mi hijo Agustín (12) quien por razones obvias no participa de mis carreras ni de mis entrenamientos. Se lo planteo a Carla quien se entusiasma con la idea de correr por el mero hecho de correr, con la consigna de no mirar el reloj, no medir distancias, ni cumplir con ninguna exigencia del entrenamiento. Muchas veces cuando vengo de trabajar y estoy agotado, veo a gente correr por la rambla Sur y pienso que afortunados son, que riqueza tan grande es estar sano y transpirar como loco, yendo y viniendo cantándole a la vida y disfrutando como un pequeño punto del universo que explota de energía. Correr es algo maravilloso, no sé si es porque es para los veteranos como yo, una suerte de remedo de la niñez o de la juventud o porque es simplemente vivir con mayúsculas. Por lo menos así lo sospecho. Así que la consigna fue llevar mi cartelito UxL, con los nombres adorados, correr por allí o por allá, en definitiva vivir a pleno ese momento. No les puedo decir lo que fue la alegría de Agustín cuando le dije que correríamos juntos y de la foto final con la bandera de UxL, así que nuestra “maratón de a tres” estaba pronta. Luego recibimos un mensaje de texto de mis nuevas amigas Luana y Mariana que decía algo así como “corremos igual, nos encontramos en Green Tavern, vení preparado por lo menos vamos a correr 21”. Era claro que todos teníamos la misma sintonía, había que correr (para qué fuimos sino), no nos íbamos a caer. Pero ya tenía mi compromiso familiar, no podría hacerlo con ellas, de igual modo quedamos en vernos. Si hubo un día donde el clima era agraciado para correr fue el domingo 4/11. La mañana amaneció esplendorosa. No había una nube, estaba fresco y no había nada de viento. Día increíblemente perfecto. Cuando bajamos al hall un enjambre de corredores se reunía previo a la salida. Todo el mundo que estaba allí iba para el C. Park y nosotros también, con nuestra consigna, correr sin tiempo ni distancias marcadas. El Parque estaba espectacular, centenares de banderines colgados de los árboles denunciaban la ruta de los últimos kilómetros del maratón suspendido. Miles de corredores, de diferentes países, iban y venían en grupos o solos. Otros cantaban y se carcajeaban en diferentes idiomas que en definitiva, se transformaban en uno solo. Agustín disfrutó enormemente. Por momentos grupos de corredores de élite (o casi) nos adelantaban en lo que para ellos era un trote de entrenamiento y para nosotros un esfuerzo desmedido. Pues el flaco se sumaba a ellos por cien o doscientos metros hasta quedar agotado. Entonces frenaba y nos sonreía allá adelante como diciendo ¿vieron como les gané? A medida que pasaba la hora el Parque se llenó de gente, de gritos, cánticos, colores y sobre todo, mucha alegría. Como no miraba el reloj, no tengo idea cuánto tiempo corrimos, seguro fue más de una hora y media. En determinado momento vimos un banner con la leyenda “25 miles” que indicaba que estábamos a una milla y algo de la llegada de la carrera. Así fue como sin querer y para que el día fuera perfecto, “embocamos” la ruta final del maratón. Agustín como toda la mañana iba adelante y no paraba de correr y saltar. Vino el cartel “26 miles” y las emociones subieron a tope. Cuántas veces uno sueña despierto con ese momento durante horas, días, semanas, meses de la preparación. La realidad reproducía lo que vimos mil veces en youtube, la última 0.2 milla de la carrera, en medio del Parque con tribunas repletas de gente y la famosa llegada después de una curvita. Los neoyorkinos habían improvisado con globos “otra llegada” metros antes de la oficial y recibían con gritos a todos quienes simbólicamente completaban su imitación de maratón. Por allí pasamos los tres y seguimos metros más hasta la verdadera llegada. Finalmente, abrimos la bandera Livestrong para la prometida sesión fotográfica, para demostrar todo nuestro afecto y agradecimiento a la gente de la Fundación. Los diarios del lunes nos clarificaron un poco la situación. Miles de corredores fueron a New Jersey convocados por redes sociales. Junto a los voluntarios del maratón, fueron a repartir el agua y los alimentos previstos para la carrera a los damnificados del huracán Sandy. Además la NYRR hizo una importante donación. Otros se convocaron en el C. Park bajo el lema “Run Anyway” y se propusieron correr el maratón unos por el Parque, otros por la ciudad. Hasta cerca de las dieciséis horas vimos a corredores por todo Manhatan desafiando esquinas peligrosas, peatones y autos. Otros, como nosotros, simplemente corrieron. Esta debió ser, como le prometí a UxL, a Gabriela y Osmar para la página Distancias solidarias, la crónica de un maratón. Si bien no está escrita, les cuento un secreto: tengo mi cartelito Livestrong, es una especie de tesoro que va a correr conmigo en la próxima que pueda ir, para saldar mi deuda con ellos, con todos quienes allí están mencionados en él y sus familiares… |