A 10 años de mi diagnóstico de cáncer de cuello de útero Mi historia
Mi nombre es Leticia tengo 53 años, soy mamá de Joaquín, Victoria y Guillermo, soy hija de Lida y Nelson, soy alegre, amiguera, divertida, familiera, docente de profesión y sobre todo soy sobreviviente de cáncer… Marzo siempre ha sido un mes de reinicios para mí, desde que fui niña, alumna, docente y mamá, un mes de volver a empezar, mes que llega lleno de ilusiones, sueños y metas a cumplir. Pero marzo de 2014 llegó con mucho más que esos otros marzos vividos, llegó con la noticia de mi diagnóstico de cáncer de cuello de útero, algo inesperado para mí y para quienes me rodeaban. Les cuento como comenzó mi proceso y como lo viví. Unos días antes del comienzo de clases al transitar mi período menstrual, había algo diferente en ello, pasaban los días y yo continuaba con sangrados, algo nuevo ya que mis períodos al utilizar diu siempre fueron de corta duración. No tenía otro síntoma diferente, pero decidí consultar con mi ginecóloga Roxana, tan agradecida a su compañía, paz y calma durante todo el proceso… Llegué a su consultorio con muchas preguntas y juntas recorrimos el recuerdo de nuestra última consulta donde me examinó como siempre y sus palabras fueron “cuello limpio y precioso” siempre nos reíamos con esa frase. Resultado del pap sin anomalías y una eco transvaginal para control del diu sin ninguna observación, sólo que podría seguir con el mismo diu porque estaba en optimas condiciones… así me fuí de vacaciones en enero… Dos meses después estaba ahí con lo incierto. Roxana mandó exámenes de sangre para ver valores y poder detectar algo y como siempre me revisó. Nunca olvidaré la expresión de su rostro al mirar mi cuello, mezcla de sorpresa y no entender que pasó, pudo ver un tumor allí donde antes estaba todo “limpio y precioso”. Inmediatamente me derivó al sanatorio para encontrarme con alguien de su entera confianza para que sus ojos pudieran confirmar lo que ella veía. Luego de un primer encuentro, no muy grato para mí, Laura me hizo una extracción de muestra para ponerle nombre a lo que veían ambas. Ese primer encuentro fue difícil ya que ella creía que yo me había “dejado estar” y yo no entendía todo lo que estaba sucediendo. Una semana después estaban los resultados. Allí conocí a Fernanda, la cirujana que a partir de ese momento fue mi referente y en quien puse mi vida en sus manos… Me contó las opciones de la cirugía y que siempre iba a priorizar lo que fuera mejor para mí, hice todas las preguntas que vinieron a mi mente y decidí confiar… Al salir del consultorio con esta “noticia” en mi cabeza ahí estaban mis tres amores sentados prontos para irnos, en ese momento me dije y me prometí, quiero verlos crecer, no me los quiero perder… saqué fuerzas de algún lugar y nos fuimos a casa. Al otro día Joaco me pregunto si estaba todo bien porque desde la tarde anterior mis ojos no brillaban, me desarmó, como pudo un adolescente notarlo, pero así es él, fue uno de mis pilares, aliado en el día a día en este camino que comenzaba. Luego de varios días y pasar por todo el proceso de especialistas previos a una cirugía de estas dimensiones, llegó el día de un antes y un después, mi nuevo renacer… Muchas horas de cirugía y un post operatorio en el sanatorio de casi una semana. Al llegar a casa comenzó el camino… la cirugía fue solo el inicio, el primer paso hacia mi sanación. Una cirugía de muchas horas donde extrajeron mi útero, ovarios y más de 20 ganglios a su alrededor, una limpieza profunda según me contaron. Ahora quedaba recuperarme, esperar los 30 días de la anatomía patológica y decidir que tratamiento seguir. Un gran desafío fue el quedarme quieta para recuperarme, tarea difícil de cumplir, pero fui una buena paciente. En esa espera conocí un oncólogo, amigo de mi hermano, que me transmitió tranquilidad y me acompaño en diferentes momentos de esa espera que se me hizo muy larga. En el día a día, en casa, tratamos junto a mi esposo, de mantener la vida familiar lo más parecida a la que llevábamos antes del diagnóstico. Organizamos todo para que nuestros hij@s, que aún eran pequeños (6, 9 y 13 años), compartieran sus rutinas y su vuelta a casa luego del colegio sin muchos cambios. Poco a poco los 5 nos fuimos acostumbrándonos a nuestra nueva dinámica y vida familiar. Después de 10 años, puedo ver a la distancia, que lo hicimos bastante bien, en el acierto o el error hicimos lo mejor que pudimos y como creímos era lo mejor para todos. Al llegar el informe de mi anatomía patológica, me costó leerlo y procesarlo, 3 tumores encontrados, uno en el cuello que fue él del diagnóstico, otro dentro del útero y finalmente otro en la vagina… los 3 de características malignas y distintas, los tres muy agresivos. Fue un shock leer eso, pero a la vez un alivio saber que ya no estaban dentro de mí. Al visitar a Fernanda me contó de lo feliz que la hacía leer eso ya que significaba que la cirugía fue un éxito y todo eso ya no estaba dentro de mi cuerpo. Los ganglios extraídos estaban limpios, una gran noticia. Allí se decidió realizar radioterapia durante unos meses para quedarnos tranquilos y seguir con controles de rutina. Fueron meses duros y donde mi salud se vio muy deteriorada, la radiación diaria deja secuelas y no todos los días son fáciles de llevar adelante, pero una vez que se transita es un aliciente saber o sentir que podemos vencer la enfermedad. En mi caso fue un tratamiento de varios meses con radiación diaria y para culminar una internación con irradiación localizada, de los días más difíciles que me han tocado transitar, pero aquí estoy 10 años después agradeciendo mi nueva oportunidad. Ese mes de marzo fue un antes y un después para mi… Durante varios años los controles fueron seguidos, pap de cúpula vaginal, colpos, ecografías y lo rutinario ginecológico, mi vida ha transcurrido de acuerdo a mi historia y edad. La presencia incondicional de toda mi familia, amig@s, compañer@s de mis trabajos, alumn@s con sus familias, conocid@s y todos quienes de una u otra forma nos acompañaron hicieron que el camino estuviera lleno de amor y fuera un poquito menos duro. Por supuesto, esto ha dejado en mis hij@s y en mi un aprendizaje que jamás hubiéramos transitado, horas de charlas, llanto, risas, incertidumbre, esperanza, preguntas que no tenían respuestas, preguntas que juntos encontramos las respuestas que en ese momento nos alcanzaban para seguir, en nuestro hogar se habla mucho y se llama al cáncer por su nombre, sin miedo ni tabúes. Hoy nos toca acompañar a mi papá en este proceso y creo que lo aprendido hoy me pone en el lugar de sostén que tanto él como mi mamá necesitan, siendo la vocera entre médicos, especialistas y familia, acompañándolos y mimándolos como ellos lo hicieron conmigo, con ese miedo enorme que vi en sus ojos cuando salí del quirófano y ahí estaban 7 horas después esperando que despierte. Un agradecimiento especial para Alejandro, mi gran compañero de vida, que sin su amor incondicional y su enorme generosidad no hubiera sido posible, se puso al hombro a los 4 y fue mis ojos y voz cuando yo no podía estar presente; a Joaquín, Victoria y Guillermo, mis motores desde el momento cero para decidir dar batalla, a quienes agradezco ser su mamá, me han enseñado tanto, estoy tan orgullosa de ell@s y juntos crecimos más; a mis amigas que me sostuvieron desde el día uno y aún hoy siguen estando, sin ellas nada sería posible. Como siempre dice mi amiga Caro, que nos tocó juntas sostenernos una a la otra, este proceso es un “puente a puente”, yo lo sumo a lo que siempre me decía “dia a dia”, sé que no es fácil pero no se rindan y sepan que siempre van a encontrar alguien con quien hablar, llorar, creer, aprender, reír y sobre todo soñar… No duden en consultar, su cuerpo les habla, no se queden con una sola opinión, tienen derecho a saber y a estar informadas, pregunten, insistan, si yo no hubiera insistido solo confiando en los informes de estudios de dos meses anteriores, hoy no estaría acá, agradezco tanto ser perseverante, entre todas nos cuidamos… Muchas gracias a la vida por esta nueva oportunidad… gracias, gracias, gracias…